Muchachita de pies tersos y pechos con olor a brisa de mar bravío,
te convertiste feligresa de esa sociedad secreta de correrías en tanguitas a gogó,
adoradora de Onán cuando la tarde comienza a enfriar y tus caderas a calentar parpados.
Llovizna que caes,
lávame un poco la cara de este polvo congénito que embriona
su rostro angelical y aureolas agrietadas.
Muchachita de ojos caídos y pestañas de manufactura,
embriaga en la burbuja que espuman tus manos a ritmos cardíacos,
explotando en chispazos de racionamientos que desbordan mi pecho
como las colillas de mi cenicero aporcelanado.
Vino sagrado, calma mi sed,
arremolíname para no pensarla más,
limpia mis venas, teñidas están de su olor y sabor.
Muchachita de labios carnosos y mejillas aderezadas,
ferméntame en tu vientre, tu jerga del después que te precede,
ulterior como canicas que rodando vienen por la estrechés de tus sentimientos.
Muchachita de cabellos alborotados,
ya no es que me intereses,
sólo que ya no me complaces,
tu cuello ya perdió la dulzura de mi saliva,
tu cintura la suavidad de mis palmas excitadas.
Duele ya no verte con tu cajita de colores con los que pintabas mis sueños,
no puedo buscarte debajo de muebles que opacan tus decires que me vedas una vez al mes.
No es que ya no te quiera, muchachita de lengua sagaz, tus palabras ya no me hacen bien,
porque tu amor se acaba con la libertad esgrimida en tus zapatos de tacón,
en tu escote a caída libre,
en tu falda con una palma arriba,
removiéndote en la silla,
distraída,
quizá,
recordando que no soy lo que esperas ni tu eres lo que yo veía.